Pues sí, eso pensaba yo hasta este sábado pasado. Resulta que en mi infancia-juventud me metía mal ciertas cosas en el culete. Sí, me refiero al supositorio, que no se piense mal.
Mi señora me comentó cierto reportaje de la revista MIA nº1339, USA BIEN LOS FARMACOS, pag 35. Cito textualmente:
“SUPOSITORIOS.
Cómo. Deben introducirse por el extremo plano y no por la punta.
Por qué. Si se hace así, la contracción de los músculos provoca un efecto de succión, así el supositorio penetra mejor y no sale.
Ten en cuenta. Este medicamento ha de llegar al intestino delgado. Si se expulsa, hay que ponerse otro, para que el organismo lo absorba.”
Algo me chocaba, ya que me puse a pensar (mal hecho), si uno se pone una balilla de éstas en esa posición, a ello suma que comió fabada y se va a una playa nudista en verano, ¿no podría dañar a alguien esa balilla expulsada accidentalmente?. Llamé a un colega médico y me dijo que efectivamente era así lo de introducirlo. Y yo haciéndolo al revés en esos primeros años y alguno con mis niños. No tengo “manual” de medicamento alguno pero es lo que pasa cuando no se lee la letra pequeña y los médicos no te dicen nada. Ya veis, como engaña el pensar en la hecedinámica del medicamento de forma instintiva.
Ahora bien, hay algo que no cuela, y es lo de que llegue al intestino delgado. ¡¡¡Dios Bendito!!!! ¿Hay que usar aire comprimido para hacer llegar el supositorio a tal órgano?
Se supone que el supositorio debe derretirse o disolverse a la temperatura corporal, teniendo en cuenta la longitud media del intestino grueso, y que hay una fuerza de corriente o flujo de sustancia … digamos semisólida … en contra, ¿me explican a mí cómo llega al intestino delgado??
Quiero pensar en una metedura de pata de reportero. Vamos, que no hay que creerse todo.
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